(Entrevista a Florent Marcellesi, coautor del libro “Adiós al
crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible” en Noticias Positivas, realizada por Daniel Jiménez.)
Frente a esta situación, surge una pregunta inevitable: ¿realmente
es posible volver al crecimiento? Para los autores del libro “Adiós al crecimiento.
Vivir bien en un mundo solidario y sostenible” (editorial El Viejo
Topo), la respuesta es un no rotundo, debido a que el deseo de un crecimiento
económico infinito choca inevitablemente con los límites físicos y ecológicos
del planeta. Es hora por tanto de planear un nuevo modelo económico que nos
permita satisfacer nuestras necesidades básicas dentro de dichos límites. De
todo ello hablamos en esta entrevista con Florent Marcellesi, coordinador de
Ecopolítica, centro de estudios dedicado a la ecología política, y uno de los
coautores de la obra mencionada (junto a Jean Gadrey, economista y miembro del
consejo científico de ATTAC Francia y Borja Barragué, investigador de la UAM y
miembro también de Ecopolítica).
Noticias Positivas: Según
explica el prólogo del libro, los partidarios de la ortodoxia económica
apuestan por los recortes y la austeridad para hacer más eficiente el sistema
económico y así volver a crecer. En cambio, la izquierda apuesta por estimular
la economía para recuperar dicho crecimiento. Sin embargo, ustedes, los autores
del libro, dicen que ninguna de las dos opciones es la adecuada, porque lo que
en realidad es imposible en volver a crecer. ¿En qué se basan para hacer este
planteamiento?
Florent Marcellesi: Nos basamos en el dilema del crecimiento. Según
el mismo, en tiempos de recesión, la economía del crecimiento te lleva al
colapso social, al paro, a la pobreza y a la miseria. En cambio, en tiempos de
bonanza, la economía del crecimiento te lleva al colapso
ecológico.
Por tanto, para salir de este dilema hay que encontrar nuevas vías, ya que la
vía de los ajustes solo provoca sufrimiento y ahondamiento en las dificultades
de la población, mientras que la vía de la estimulación de la economía no
funciona, simplemente porque el crecimiento infinito no es posible a nivel
ecológico. No podemos consumir y producir por encima de los límites ecológicos
del planeta.
Esta no es solo una razón ideológica, sino práctica, basada en la
realidad material. Estamos viendo cómo se está terminando una era histórica,
principalmente desde la Segunda Guerra Mundial, en la que todo se basaba en el
crecimiento. Si miramos la evolución de las tasas de crecimiento durante
las últimas décadas, es evidente que hay una decadencia estructural del
crecimiento desde hace años. En definitiva, el crecimiento no puede volver ni
volverá. Por tanto, nos toca imaginar una economía próspera sin crecimiento.
Ese es el gran reto que tenemos ahora mismo.
N+: ¿Por dónde se debería
empezar para encarar este reto?
FM: Lo primero es pensar en términos de transición. Esa es la
palabra clave. Ahora sabemos que nuestro modelo de vida es injusto e
insostenible. Por tanto, debemos evolucionar a otro modelo de producción y
consumo que nos pueda permitir vivir bien dentro de los límites ecológicos.
Esta transición tiene varios pilares. Uno de los principales es
pensar y repensar qué tipo de actividades y empleos son deseables en una
economía del poscrecimiento. En este sentido, tenemos que ser claros: hay
actividades y empleos que no valen, como la fabricación de armas o como todas
las actividades que vulneran la ética más elemental, así como las que no
respetan los limites ecológicos del planeta. Pero a la vez, hay un montón de actividades y empleos verdes que tienen cabida y que
son necesarios, como todo lo que tiene que ver con la agricultura ecológica,
las energías renovables, la rehabilitación de edificios,
el transporte sostenible, la gestión de residuos, las economía
social y alternativa o la economía de cuidados.
Al final los pilares de esta nueva economía se basan en cuidar de
las personas, de la naturaleza y también de las cosas, pues necesitamos que
duren más y que se terminen prácticas como las relacionadas con la
obsolescencia programada. Esta nueva economía también se apoya en valores, como
son resaltar y reforzar la ecología, la solidaridad, la participación y la
autonomía.
N+: Entonces, habrá
empleos que no tienen cabida en esa nueva economía, pero en cambio se
impulsarán otros sectores. ¿El saldo resultante de lo que hay que sumar y
restar sería positivo o negativo?
FM: El balance neto sería positivo. Aunque es complicado sacar
muchas cifras porque no hay tantos estudios que calculen los empleos perdidos,
sí sabemos que podemos crear, según la OIT, hasta un millón de empleos en
España de cara al año 2020 si invertimos en actividades y empleos verdes.
También sabemos que ecología y trabajo van de la mano. Y más en el
futuro, debido a la crisis energética, que nos va a obligar a sustituir en parte
las máquinas por más trabajo humano. Al haber menos energía, tendremos que
volver a hacer más cosas con nuestros brazos, y eso supone más empleo. Por
ejemplo, se calcula que en la agricultura ecológica se necesita un 30% más de
empleo que en la agricultura industrial.
N+: ¿A qué se refiere con
la crisis energética?
FM: Me refiero al fin de la era
del petróleo y de los combustibles fósiles baratos, abundantes y de buena
calidad. Debido al agotamiento de estos combustibles, la energía será cada vez
más cara, poco abundante y de mala calidad. Por tanto, la matriz energética de
un mundo poscrecimiento tendrá que estar basada en otros pilares.
El primero de estos pilares es la reducción del consumo
energético. Siempre digo que la energía más limpia es la que no utilizamos. Los
otros dos pilares son las energías renovables y la eficiencia energética.
N+: Precisamente, el
modelo energético siempre aparece cuando se habla de otro tema fundamental por
sus implicaciones ecológicas y sociales, como es el cambio climático, que no
deja de ser a ojos de muchos expertos una consecuencia más de la política del
crecimiento económico.
FM: Está probado que a más crecimiento económico, se producen más
consumo energético y más emisiones de gases de efecto invernadero. Es cierto
que es posible reducir las emisiones por unidad producida. Por ejemplo, un
coche último modelo produce por sí solo menos emisiones que un coche antiguo.
Pero lamentablemente, como el consumo de coches y el número de unidades
vendidas es mucho mayor, las emisiones globales al final son mucho mayores. Eso
es lo que llamamos efecto rebote, que señala que, a pesar de las mejoras
tecnológicas, el consumo global, impulsado por la lógica del crecimiento
continuo, es tan elevado que hace perder todos los beneficios derivados de esas
mejoras.
N+: En su libro
“Prosperidad sin crecimiento”, Tim Jackson afirma que es posible una nueva
macroeconomía ecológica. Para ello, nos dice, el consumo debe dejar de ser la
clave de bóveda del sistema económico.
FM: Tiene toda la razón Jackson al decir que necesitamos una nueva macroeconomía. Es la única manera de
salir del círculo vicioso del crecimiento. Según esta lógica,
siempre necesitas más producción para crear más empleo, y a más empleo, generas
más poder adquisitivo, que te permite incrementar el consumo. De igual modo, el
consumismo crea más empleo y más beneficios para el capital. Esa es la rueda
creciente y sin fin que hay que romper cambiando claves básicas de la economía.
Para lograrlo, hay que dejar algunas cosas claras. Como que no nos
vale cualquier tipo de productividad ni de poder adquisitivo. Es necesario que
abandonemos la idea de que siempre va a aumentar la
productividad. También debemos ser conscientes de que la
productividad tiene a menudo impactos sociales y ecológicos negativos. Por
último, hay que sustituir el poder adquisitivo por lo que llamamos el poder de
vivir bien, que incluye más que la capacidad de compra, dando cabida a valores
humanos esenciales, como la solidaridad, la autogestión o la participación.
Tampoco nos vale la dictadura del PIB, que evidentemente no es un
indicador del bienestar. De ahí que haya que sustituir el PIB por otros
indicadores que tengan en cuenta los impactos sociales y ecológicos y además el
bienestar real y la felicidad de las personas.
N+: ¿Sería la Economía del
Bien Común de Christian Felber una de las claves para cambiar la manera de
analizar los impactos y el producto de la actividad económica?
FM: En realidad, existen ya muchos indicadores de riqueza
alternativos. El problema no es tanto crear indicadores sino utilizar los
existentes. Tampoco hace falta que vengan los expertos a decirnos cómo hay que
crearlos, sino que debe ser la ciudadanía quien diga qué horizontes ecológicos
y sociales quiere. Es decir, es la ciudadanía la que debe definir para qué que
estamos consumiendo y trabajando.
Por otro lado, la Economía del Bien Común lo que nos aporta es
sobre todo una herramienta muy útil. No es tanto una teoría, ya que en realidad
retoma muchas cosas que ya existen, por ejemplo en la economía social y
solidaria, pero lo que sí nos proporciona son herramientas muy prácticas para
poder convencer a todo el sector empresarial.
Hablamos de un asunto bastante crucial, pues si defiendes una
línea más alternativa cuesta que los empresarios te hagan caso, pero Felber
tiene una capacidad de llegar muy potente que le permite decir a las empresas
que lo importante no es tanto sus beneficios sino el balance social. Además, el
bien común es un concepto muy potente porque suena a un cambio en positivo.
N+: Si lo importante no
son los beneficios, sino el balance social, ¿significa eso que hay que repartir
más el fruto de esos beneficios entre la sociedad?
FM: Evidentemente. Está claro que, además del cambio productivo,
es necesario profundizar mucho más en la redistribución de la riqueza y del
trabajo. El cambio que defendemos no puede funcionar en una sociedad desigual.
Así lo defendemos en el libro, que no en vano ha sido escrito por gente que
viene del mundo ecologista y de las luchas sociales.
Por esta defensa de la redistribución hablamos de cosas como la
renta básica de ciudadanía o la renta máxima, dos de las principales
reivindicaciones de los movimientos sociales que abogan por una mayor justicia
económica. También apostamos por la redistribución del trabajo, tanto por sus
efectos sociales como ecológicos. Un claro ejemplo es la reducción de la
jornada laboral que se defiende en el Informe 21 horas.
N+: ¿Y cómo se puede
conseguir que las instituciones europeas y nacionales, tan fieles de momento a
la ortodoxia neoliberal, viren hacia estos planteamientos tan alternativos
que usted propone?
FM: Debemos poner en marcha una doble estrategia. En primer lugar,
una estrategia desde abajo, porque la mayor innovación procede de los
movimientos sociales y de los nuevos colectivos que emergen y que desarrollan
interesantes propuestas, como los sistemas de monedas locales, los huertos
urbanos, la agroecología o las ciudades en transición. Ahí tenemos un laboratorio
muy potente donde se experimenta de manera directa lo que puede ser el mundo de
mañana.
Al mismo tiempo, no hay que quedarse solo en esta dimensión. De
alguna manera, debemos encontrar la manera de institucionalizar estas formas
desde abajo. Aquí entra en juego la dimensión política de nuestra lucha a nivel
local, regional, estatal, europeo y global. Debemos ser capaces de entrar en
las instituciones para que este modelo no sea solamente para unas pocas
personas, sino que se pueda generalizar para el resto de la sociedad.
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