domingo, 29 de diciembre de 2013

Recordando a Arizmendiarrieta


 
“Allá donde los derechos se proclaman antes que los deberes, la solidaridad es más instrumental que transformacional" indica Pako Garmendia en el interesante artículo publicado el pasado 3 de diciembre en Deia, en el que analiza algunos elementos relativos a los valores y comportamientos personales en el funcionamiento cooperativo histórico y actual. (Ver el artículo aquí)

Quizás en ese contexto viene bien recordar  nuestro planteamiento de  comprometernos como cristianos en determinadas conductas ciudadanas basadas en deberes en relación al bien común de nuestra sociedad. Las reformas estructurales son necesarias pero, como se ha visto en la crisis de Fagor Electrodomésticos, no agotan las responsabilidades personales ante los problemas de la comunidad.

Además de que lo que nos correspondería como cristianos sería ir más lejos  para donar nuestro dinero, nuestro tiempo y nuestras competencias personales al servicio de los más desfavorecidos.

viernes, 20 de diciembre de 2013

La comunicación cristiana de bienes

La Navidad es un momento especialmente adecuado para recordar que todos somos hermanos e hijos de Dios y que Este ha puesto numerosos bienes en la Tierra pero no para disfrute de unos pocos sino de toda la Humanidad. Por ello, además de enviaros nuestros mejores deseos para vosotros y vuestra familias para estas fiestas y el año próximo, os adjuntamos el interesante trabajo que sobre la comunicación cristiana de bienes ha realizado Igor Irigoyen, de Itaka. Recordamos aquí las conclusiones de dicho trabajo:
 
http://www.itakaescolapios.org/
 
“La comunicación cristiana de bienes, a la que estamos llamados todos los seguidores de Jesús, es una práctica con hondas raíces en la Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, así como en la tradición de la Iglesia, de forma especial en la obra de los Santos Padres.
 
La comunicación cristiana de bienes guarda una íntima relación con el destino universal de los bienes, uno de los principios permanentes de la Doctrina Social de la Iglesia, ya que se funda en una concepción de los bienes terrenales como creación de Dios, al servicio de toda la humanidad. Igualmente, parte de una visión de la propiedad sujeta a su función social. La comunicación de bienes se dirige, por tanto, a hacer efectivos ese destino universal y la función social de la propiedad de los bienes.
 
A lo largo de la historia de la Iglesia encontramos una presencia constante de la comunicación cristiana de bienes, aunque con diversa intensidad y acentos en función del momento histórico y de los enfoques teológicos y filosóficos con influencia en la propia Iglesia. En este sentido, puede afirmarse que el actual magisterio social de la Iglesia ofrece sustento doctrinal para impulsar de forma renovada la comunicación de bienes.
 
Son diversos los caminos a través de los cuales la comunicación cristiana de bienes se puede y debe hacer efectiva. Por un lado, está el de compartir de forma gratuita aquello que los demás necesitan (a través de prácticas tradicionales como la limosna, el diezmo o la bolsa común, y sus variantes actuales). Junto a ello, adicionalmente, reviste una gran importancia el papel como agentes económicos y construir desde dicho papel una sociedad más justa y fraterna.
 
Periodos de crisis económica y de crecimiento de la desigualdad, como el que vivimos en la actualidad, interpelan a la Iglesia de forma especial en orden a profundizar en la práctica de la comunicación cristiana de bienes, como manera de responder a la luz del Evangelio a los signos de los tiempos y dar testimonio de compromiso con la justicia y la solidaridad.
 
 


En la sociedad actual han surgido un conjunto de iniciativas dirigidas a recuperar la vinculación entre la economía y la ética que, de forma explícita o implícita, participan de los fundamentos de la comunicación de bienes y, en esa medida, contribuyen a hacerla efectiva. Numerosas de esas iniciativas implican a entidades y personas de Iglesia, en algunos casos como impulsoras y en otros como participantes dentro de una pluralidad de colectivos y organizaciones sociales.”
 
Ver el documento completo aquí.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Arizmendiarrieta en la frontera


(Artículo de José María Guibert, Jesuita, Rector de la Universidad de Deusto, publicado en El Correo del 29 de noviembre 2013)

La frontera es hoy en día un símbolo o metáfora que va más allá de las cuestiones puramente geográficas. Hay muchas áreas, culturales, sociales o ideológicas, en las que nos encontramos divididos y en las cuales hemos establecido, o heredamos, muros que aunque parezcan invisibles o intangibles ciertamente establecen espacios cerrados y estancos, con poca comunicación entre ellos.

Para la misma Iglesia católica, y para todos, las fronteras son lugares que, aunque parezcan inhóspitos o incómodos, son lugares de crecimiento, de renovación, de contacto con otros agentes y modos de vivir y pensar. A la larga, estar lejos de fronteras puede llevar al sectarismo, la "guetización" y la irrelevancia social y cultural. Las organizaciones a veces no tenemos ni personas, ni lenguajes, ni interfaces para estar presentes en lugares cultural o socialmente distintos a los “nuestros”.

La cuestión social, que afecta a todas las personas y organizaciones, ha sido no solo punto de división sino de encuentro. La Iglesia tiene aquí un ámbito propio de acción, tal y como lo ha hecho desde sus orígenes. El Misterio, Dios, la experiencia personal de la acción de Dios en cada uno de nosotros, lleva inmerso consigo el deseo o búsqueda de la fraternidad universal o justicia social. El teólogo Karl Rahner escribió: "En el futuro el cristiano será místico o no lo será". Años después el obispo Pedro Casaldáliga añadió: "El cristiano del futuro o será pobre solidario con los pobres, o no lo será". Las dos dimensiones son parte de la misma historia.

El sacerdote José María Arizmendiarrieta (Markina, 1915 – Arrasate, 1976) está inmerso en un proceso de canonización. Justificó su actuación en el ámbito social desde los pronunciamientos oficiales de los Papas sobre temas sociales recogidos en lo que se denominan “encíclicas sociales”. La primera encíclica de las que conforman la doctrina social de la Iglesia es de 1891 (León XIII, Rerum novarum) y la última de esta índole es de 2009 (Benedicto XVI, Caritas in Veritate). Este mes ha sido presentado en Sevilla el libro “Pensamiento Social Cristiano abierto al siglo XXI”, editado por el profesor José Sols y con la participación de un buen grupo de profesores de universidades jesuitas, entre ellos algunos de la Universidad de Deusto, de sus dos campus. A los temas clásicos de desarrollo humano, caridad, gratuidad, dignidad humana, derechos humanos, mercado, empresa, trabajo, propiedad, progreso, globalización, cooperación, etc., se añaden otros como ecología o tecnología que aparecen más explícitamente en la última encíclica citada de Benedicto XVI. Ese libro es sólo un signo más de que desde la perspectiva católica se puede hacer un aporte a la cultura realizando pronunciamientos que afectan a valores y creencias, a ideologías y derechos humanitarios, en un mundo en cambio y con necesidad de justicia y ética.

La santidad, en el mundo católico, hace referencia a personas que, por sus virtudes y vida, muestran para los cristianos caminos creíbles y elogiables de vida cristiana. En el caso de Arizmendiarrieta se muestra que no hay oposición entre ser sacerdote y ser emprendedor social. Incluso, se puede decir que ese sacerdocio se deriva o se expresa en ser emprendedor social. Este emprendimiento social se concretó en aplicar al mundo laboral u organizacional principios clásicos del pensamiento social cristiano y en colaborar en la fundación de instituciones cooperativistas. Y esto sin contraponer, más bien relacionándolo, con el fomento de la vida sacramental y el acompañamiento y la guía espiritual.

Algún analista comparó a Arizmendiarrieta con el paleontólogo y filósofo Teilhard de Chardin. Si el pensador francés se empeñó en mostrar que a Dios se va por la evolución de la creación, la espiritualidad de Arizmendiarrieta, en cambio, nos invita a ver que el trabajo nos lleva a Dios. Para algunas mentalidades la santidad está en espacios “sagrados” y no en los “profanos”. Arizmendiarrieta y sus seguidores no vieron la santidad como algo separado del mundo.

Este año, el aniversario del fallecimiento de Arizmendiarrieta (29 de noviembre de 1976) se celebra en un contexto muy particular: la crisis de una de las empresas emblemáticas del movimiento que él fundó. Esto ha provocado muchas reflexiones sobre el movimiento cooperativo. Ha servido para retomar y reafirmarse en los principios originales como son el de la participación o democracia interna, el de solidaridad (dentro de las empresas o entre cooperativas), o el de cooperación o ayuda a los demás. Y también para recordar que la clave del éxito está en que los anteriores valores no han de estar en contradicción con otros principios de la realidad, como son la gestión empresarial adecuada, con el importante rol de los cargos directivos; los criterios que pide el mercado, como son la eficiencia, la productividad o la rentabilidad; y otros factores relevantes, como son el dinamismo y la innovación.

Un hombre muy austero (Arizmendiarrieta) ayudó hace medio siglo a crear y repartir riqueza, conjugando esto con los valores de justicia social y solidaridad. Desde su sacerdocio fue sembrador de pensamientos audaces y avanzados, de anhelos nobles. Supo ver en la situación de crisis económica de la posguerra, en Arrasate, una frontera en la que había que introducirse. Estamos ahora en otra época de crisis, tanto para la economía como para la fe católica. Hacen falta Arizmendis que se comprometan personalmente con los problemas y que, desde el lado religioso y desde el lado humanista, den respuestas realistas a las nuevas necesidades.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Presentación en Sestao de los “Compromisos ante la crisis”


El pasado viernes día 15 de Noviembre, a pesar de la “tarde de perros” que hacía, unas 20 personas se dieron cita en los locales de la iglesia de Santa María de Sestao para participar en una cena–coloquio en la que se hizo la presentación de los “Compromisos ante la crisis”.

 
Con una cálida acogida, Teo Santos, miembro del Equipo Promotor, explicó no  sólo el contenido de los citados Compromisos, sino también  el proceso que llevó al acuerdo de personas de diversos grupos de Bizkaia con tradición y sensibilidades eclesiales diferentes, su compromiso con la formación de laicos y la determinación por concretar en acciones específicas las grandes declaraciones (desde la Encíclica al compromiso, pasando por la Carta de nuestros obispos).

Con el título "la responsabilidad de los cristianos ante la crisis", expuso diversos ejemplos de su concreción, con un enfoque de aplicación práctica, subrayando la importancia de que "por sus obras los conoceréis".

Habló del concepto de "responsabilidad" (citando a Julián Marías y Arizmendiarreta), desde la "dignidad" del trabajo en relación con la economía, con soporte en la Doctrina Social de la Iglesia, ante las diversas crisis que padecemos.

Apuntó cómo debemos  reaccionar ante las citadas crisis con la "esperanza" católica (es decir, de forma activa  y con mansedumbre rebelde). Siempre refiriéndose a casos concretos con una posible implicación individual y colectiva y apoyándose en el  discurso del Papa Francisco "al mundo laboral" del pasado mes de setiembre.
 
Tras un bien surtido "tente en pie”, en  el coloquio (que se alargó hasta las 22:30 horas) se suscitaron múltiples cuestiones, casi todas ellas con el denominador común del "qué podemos hacer", en Sestao, en nuestra diócesis... De momento, los asistentes acordaron profundizar en la Doctrina Social de la Iglesia.

La valoración general fue satisfactoria (hay buena gente, bien dispuesta) aunque, para el futuro, quizás haya que preparar algún material impreso sencillo que quede como recordatorio de la intervención expuesta verbalmente.