Nos referimos al interesante artículo con el mismo título publicado en el
nº 257 de enero-marzo de 2014 de Iglesia Viva por Carlos García de Andoin.
En él hace un análisis de las respuestas dadas a la crisis desde la
Conferencia Episcopal Española y, en contraposición a ella, de la aportación de
los Obispos de la CAV y Navarra. Describe el cambio de rumbo que supone la Evangelii
Gaudium de Francisco, para terminar con una serie de propuestas
prácticas de interés de cara a una evangelización social más eficaz en el
futuro.
“No (es) más que un elenco de posibles
acciones. No se trata de sustituir la evangelización en la riqueza de sus
dimensiones, no, pero si se trata de impulsar una evangelización social, más
mesiánica, emancipadora y transformadora. El canto de María no se anda
precisamente con paños calientes: ‘Él derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos’ (Lc. 1, 52-53)”, termina el autor
su informe.
Carlos García de Andoin resalta en su
informe varios pasajes en negrilla. He aquí algunos de ellos:
El Plan Pastoral 2012-2016 aprobado después de cuatro años de
crisis, pasa de puntillas por la economía y los impactos de la crisis, no sólo
sociales y políticos, sino familiares y espirituales.
Un liderazgo eclesial a la altura de los desafíos de la crisis
exige una Iglesia más encarnada en la sociedad, “una Iglesia en salida”, como
dice el papa Francisco.
El papa Francisco reivindica el carácter social, estructural y
político de la redención cristiana y consecuentemente de la evangelización.
La crisis financiera revela ‘una profunda crisis antropológica’:
¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. El
becerro de oro. La idolatría del dinero es rechazo de Dios.
A lo que la Iglesia debe temer es a ‘encerrarnos en las
estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven
jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos...’
La acción educativa de la Iglesia tiene una función insustituible,
pero es necesaria toda la vigilancia para no acabar siendo el espacio reservado
de las elites, amplificando las desigualdades.
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