lunes, 20 de octubre de 2014

¿Es posible un liderazgo empresarial cristiano?

(Un artículo de Juan Manuel Sinde, miembro de Arizmendiarrietaren  Lagunak Elkartea, publicado en DEIA el sábado, 4 de Octubre de 2014)

Existen en la actualidad unas 1800 universidades en el mundo que se proclaman católicas. De ellas, unas 800 ofrecen algún tipo de formación para los futuros profesionales de la empresa.

Dos profesores de dos de dichas Universidades (St.Thomas, en USA, y Santo Tomás, en Roma), han coordinado un trabajo titulado "La vocación del líder empresarial", en el que han participado personas de distintos Centros universitarios en colaboración con el Pontificio Consejo de Justicia y Paz, que pretende ser una guía para la formación de profesores y para la enseñanza en escuelas empresariales y universidades católicas.

El trabajo comienza identificando algunos obstáculos que dificultan a los líderes empresariales servir al bien común: la corrupción, la tendencia a la codicia, la ausencia de un estado de derecho en muchos países,...Con carácter general propugna un "liderazgo de servicio" armonizando las demandas del mundo económico y los principios ético-sociales cristianos.

Cuatro son los factores que destaca como de especial influencia en las empresas modernas:

a) la globalización, que ha producido eficiencias y oportunidades extraordinarias, pero que también acarrea desigualdades y dificultades de control de la actividad económica, sobre todo en el ámbito financiero
b) Las telecomunicaciones, que han permitido nuevos productos y reducción de costos para responder a las necesidades de personas y empresas, pero también un exceso de información, que puede generar confusión.
c) La financiarización de la economía, que ha separado la actividad financiera de la economía productiva y ha acentuado la tendencia a la especulación y a los beneficios a corto plazo.
d) Los grandes cambios culturales, que han reforzado el individualismo, las preocupaciones sobre los derechos y no sobre los deberes... y que han llevado a un mayor volumen de bienes privados pero también a serias carencias de bienes comunes.

Indica que es frecuente, en este contexto, que mientras los líderes empresariales se concentran en maximizar la riqueza a crear, los trabajadores desarrollen actitudes reivindicativas y los consumidores exijan satisfacciones inmediatas al menor precio posible, entrando, en ocasiones, en comportamientos que pueden ser contradictorios y negativos para todos.

Ante esta situación recuerda que las decisiones empresariales deben estar basadas en los siguientes principios: el respeto a la dignidad de todas las personas, el servicio al bien común y la visión de la empresa como una comunidad de personas.

En la práctica, sugiere que el líder empresarial debe estar centrado en a) producir bienes y servicios que satisfagan las necesidades genuinas de las personas, b) asumir la responsabilidad por los costes sociales y medioambientales de la producción, c) organizar el trabajo de modo eficiente pero también de forma que permita el desarrollo de los trabajadores, d)utilizar los recursos con inteligencia, para producir riqueza de forma sostenible y e) distribuirla con justicia, buscando un salario justo para los trabajadores, precios justos para los clientes, impuestos justos para la comunidad y beneficios justos para los accionistas.

Una aplicación a nuestro caso

Un grupo de profesionales creyentes ha reflexionado sobre posibles actuaciones y políticas empresariales en las que se pudieran concretar esas orientaciones, habiendo llegado a unas conclusiones, según las cuales un liderazgo empresarial cristiano:

a) Se preocupará de la sostenibilidad del proyecto empresarial, procurando que una proporción mayoritaria de los beneficios anuales se destine a Fondos Propios.
b) Respetará rigurosamente la legislación laboral de los países en los que desarrolle su actividad.
c) Desarrollará una política de transparencia informativa poniendo a disposición de los trabajadores de forma regular información sobre las variables y políticas más importantes de la empresa, a un nivel similar a la establecida como obligatoria para las empresas que cotizan en Bolsa  y adecuado a la dimensión de cada empresa.
c) Implantará sistemas de gestión participativos, realizando consultas a los trabajadores sobre las decisiones más relevantes, llegando a incorporar a representantes de los mismos en los máximos órganos de decisión ó control.
d) Vigilará la satisfacción y necesidades de los recursos más críticos para la marcha empresarial: las personas que en ella trabajan, desarrollando planes de formación sistemáticos, con objetivos de dedicación no inferior a 20-40h anuales por trabajador e incluyendo en los mismos tanto formación técnica como formación que permita a sus representantes interpretar y valorar la información empresarial que se les facilite.
g) Impulsará políticas retributivas que, salvando la necesaria fidelización de los trabajadores más cualificados, no generen una gran desigualdad entre las personas empleadas.
h) Implementará sistemas de participación de los trabajadores en los resultados de la empresa, abriendo la posibilidad, incluso, de que puedan acceder a participar en la propiedad de la misma.
i) Cumplirá honestamente con sus obligaciones fiscales sin triquiñuelas legales.
j) Respetará rigurosamente la legislación medio-ambiental.
k) Tendrá en cuenta los problemas de la comunidad en la que se asienta, dedicando un mínimo de un 1% de los beneficios a actividades de Responsabilidad Social coherentes con los mismos


Comportamientos todos ellos que quizás puedan ser considerados utópicos pero que en buena parte ya están siendo puestos en práctica por los dirigentes empresariales con mayor visión a largo plazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario